La felicidad no es algo que venga dado por los Dioses. Es un estado de plenitud, de serenidad, de calma que requiere de esfuerzo. En el siguiente texto trato de abordar factores que a mi juicio clínico y guiada por las reflexiones de Bertrand Russell (1872-1970) filosofo, matemático, lógico y escritor británico ganador de Premio Nobel de Literatura me resultan interesantes de plantear.
Entre los factores que se encuentran en aquellas personas que se sienten felices en la vida destacan sobremanera las siguientes:
Me refiero a la facilidad para interesarse por las cosas y cuantas más variadas sean estas, mejor. Si falla una, siempre habrá otra que pueda atraer tu atención e interés. La persona que dirige su atención hacia dentro no encuentra nada digno de su interés. Mientras que aquel que la dirige hacia fuera, amplia la posibilidad de que cuando se dirija a analizar su alma, pueda desmontarse y recombinarse en nuevos patrones más hermosos.
Cualquier actividad que despierte nuestro interés, esta logrando que estemos mejor adaptados al mundo. Dar un paseo por el campo puede despertar en unos el interés por los pájaros, la vegetación o la geología, etc. Cualquiera de estas personas a las que los objetos triviales le ofrecen abundancia de interés estará mejor adaptado al mundo que una persona que no tenga ese interés.
Es muy interesante las diferencias que existen en las actitudes que las distintas personas muestran hacia el prójimo; hay personas que casi todo lo encuentran aburrido; a otros no les cuesta nada desarrollar sentimientos amistosos para con la gente que entra en contacto con ellos, a menos que exista una razón concreta para sentir de otro modo. Los aventureros disfrutan con las adversidades de su viaje y les produce placer este nuevo añadido a su conocimiento del mundo. Lo mismo ocurre en la vida; existen personas que cualquier imprevisto ya es un drama que le produce un tremendo bloqueo. Para otras, considerar esas adversidades como parte del juego que hay que vivir y superar les provoca una actitud totalmente diferente hacia la vida. Ese entusiasmo incluso para superar las dificultades empuja en lugar de bloquear.
Las aficiones cuanto más especializadas sean, menos será la satisfacción que provoquen en la vida ya que difícilmente podrán llenar toda la vida de una persona y se corre el riego de llegar un momento en que ya se conozca todo sobre ellas.
Todas aquellas restricciones que coartan nuestra libertad hacen más difícil que se mantenga el entusiasmo porque las continuas restricciones tienden a provocar fastidio y aburrimiento.
Una de las principales causas de la perdida de entusiasmo es la sensación de que no nos quieren y a la inversa; el sentirse amado fomenta el entusiasmo más que ninguna otra cosa. Es muy habitual la persona que trata de comprar el cariño de los demás mediante actos de excesiva amabilidad que se sienta desilusionado al comprobar la ingratitud humana. No es consciente que el afecto que está intentando comprar tiene mucho más valor que los beneficios materiales que ofrece como pago. Otras personas al darse cuenta de que no son amadas, puedes querer vengarse del mundo, provocando guerras y revoluciones. Es una reacción heroica a la desgracia, que requiere mucha fuerza de carácter, lo suficiente para que una persona se atreva a enfrentarse al resto del mundo. Pocas personas son capaces de alcanzar tales alturas. La gran mayoría de personas cuando no se sienten queridos, se hunden en la desesperación, aliviada solo en ocasiones por chispazos de envidia y malicia.
El miedo juega un papel importante en la vida de las personas. Los que enfrentan la vida con sensación de seguridad son mucho más felices que los que lo hacen con sensación de inseguridad, siempre que esta no les conduzca al desastre. Si una persona está haciendo acrobacias, tendrá muchas más posibilidades de caerse si tiene miedo que si no lo tiene. Lo mismo se aplica a nuestro comportamiento en la vida.
Lo que causa esa sensación de seguridad es el afecto recibido, no el afecto dado. Aunque en la mayoría de los casos suele ser un cariño reciproco. No es solo el cariño, sino la admiración. Las personas que por sus profesiones reciben la admiración del público como actores, políticos, artistas cuando logran la aprobación publica, sus vidas se llenan de entusiasmo. Cuando no lo consiguen, viven descontentos e irritados.
Un ego demasiado fuerte es una prisión de la que hay que escapar. Recibir cariño no basta; el cariño que se recibe debe liberar el cariño que hay que dar, y solo cuando ambos existen en igual medida logran el efecto del que hablamos. La cautela en el amor es la causa más letal de la felicidad.
Muchas personas en consulta, tras algunos desengaños sentimentales, comentan como defecto el ser entregadas en el amor. Este no es el error; un amor sin una entrega sincera e intensa no nos dará la misma satisfacción que un amor sin tanta cautela. Lo que hay que ser capaz es de soltar cuando ese amor ya no es sano o de aceptar cuando para la otra persona ya no lo sea y esto no es un proceso inmediato. Lleva su tiempo y hay que entenderlo y permitírnoslo. Perder la capacidad de vivir las cosas “como la primera vez” es una trampa que nos aleja del entusiasmo por la vida.
El amor de los padres a los hijos y de los hijos a los padres, así como las relaciones conyugales pueden ser una de las principales fuentes de felicidad, pero lo cierto es que en estos tiempos son una fuente de infelicidad en un porcentaje muy alto. Existe un factor fundamental que ha modificado totalmente el funcionamiento de la familia y ha sido la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa y la falta de valoración del papel de ama de casa. Un hogar con una madre estresada por el exceso de tareas unido a un trabajo externo es la manera más sencilla de obtener un hogar estresado. Con ello, lógicamente, no estoy criticando la incorporación de la mujer a la vida laboral, sino que quiero darle la importancia que requiere la readaptación necesaria para conciliar la vida familiar con en la laboral. Esta cuestión es muy compleja ya que tanto la mujer como el hombre continúan sintiendo las tareas del hogar como más de ella que de él. Esta cuestión tan simple es la que desencadena en la madre un humor irritado y/o descontento con el hogar. Las quejas fundamentales del hombre en consulta acerca de la familia suelen ser el mal carácter de su esposa, lo repetitiva que es en cuanto a las tareas domesticas con él y los niños, y la falta de libido en la cama. Procesos todos ellos que vienen provocados por la estructura cerebral de la mujer y más concretamente los circuitos implicados en el estrés. Una mujer estresada con las tareas pendientes del hogar difícilmente va a sentir deseo sexual porque no es capaz de estar tranquila. Difícilmente va a estar cariñosa con la familia. Cuestión que en el hombre no afecta ni en “necesitar” ese orden ni mucho menos en que eso altere su deseo sexual. Por otro lado, la queja de la mujer hacia el hombre reside en que este temporalmente se aparta del ambiente familiar, no entendiendo que éste necesita de alguna actividad que le traslade a la máxima desconexión; ya sea a través de un deporte externo o de una actividad en casa, pero apartado del mundo familiar. Esa es su válvula de escape al estrés diario. El no entender los tiempos y necesidades de cada uno de la pareja es el origen de la mayoría de las crisis matrimoniales. Ahora llegan los hijos, que se crían en pisos sin espacio para jugar, hacer ruido, gritar, etc.… ni para que los padres escapen del ruido de los niños. Situación que genera ansiedad en cada uno de los miembros de la familia y situación que se complica aún más en la adolescencia por el aumento de necesidad de independencia de los hijos cuando dependen totalmente de los padres y cada vez esta dependencia es por más tiempo.
El ser padres y madres que antes era un triunfal ejercicio de poder, se ha vuelto una labor timorata, ansiosa y llena de dudas de conciencia.
La raíz primitiva del placer de ser padres y madres vienen dado por dos factores; por un lado, la sensación de que una parte del cuerpo se ha externalizado, prolongando su vida más allá de la muerte del propio cuerpo y con la posibilidad de asegurar la inmortalidad del plasma germinal. Y por otro lado hay una mezcla perfecta de poder y ternura. Desde muy pequeños comienza a haber un conflicto entre el afán de poder paternal y el interés por el bien del niño. Algunos padres nunca llegan a ser conscientes de este conflicto, y siguen portándose como tiranos hasta que los hijos están en condiciones de rebelarse, Otros son conscientes de ello y como consecuencia caen presos de emociones contradictorias. Nada perturba tanto a un niño como la falta de seguridad y confianza en sí mismo por parte de un adulto. Una necesidad desde el comienzo de la paternidad/maternidad es que se respete la personalidad del niño, un respeto que no debe ser simple cuestión de principios morales o intelectuales, sino algo que se sienta en el alma, con convicción casi mística, en tal medida que resulte totalmente imposible mostrarte posesivo u opresor. Esta actitud no sólo es necesaria para los niños, sino también para la pareja.
Existe controversia entre si el trabajo es causa de felicidad o de desdicha. Existen trabajos que bien por el tipo de trabajo que se desempeña o por la cantidad de trabajo son muy penosos. Sin embargo, si es trabajo no es excesivo, para la mayor parte de la gente hasta la tarea más aburrida es mejor que no hacer nada. En el trabajo hay toda una graduación desde el mero alivio del tedio hasta los placeres más intensos dependiendo de la clase de trabajo y de las aptitudes del trabajador. Si el trabajo no es tan duro que le deje a uno sin fuerzas, el trabajador le sacará a su tiempo libre mucho más placer que una persona ociosa.
Otra cuestión importante de la mayoría de los trabajos tanto remunerados como no, es que ofrecen posibilidades de éxito y dan oportunidad a la ambición. La persistencia en los propósitos es uno de los ingredientes más importantes de la felicidad a largo plazo, y para la mayoría de las personas esto se consigue principalmente en el trabajo.
La felicidad en la vida no es algo que venga dado, sino más bien algo a por lo que tenemos que ir. Algo por lo que tenemos que esforzarnos diariamente hacia fuera y hacia dentro. En el esfuerzo hacia dentro esta incluido el esfuerzo necesario para la resignación. En el caso de cualquier persona que tenga que trabajar para ganarse la vida, la necesidad de esforzarse es tan obvia que no hace falta hablar de ella. En el matrimonio la necesidad de esfuerzo, así como en la crianza de los hijos es también obvia.
Es normal y legitimo que las personas aspiren a algún tipo de poder. El tipo de poder dependerá de sus pasiones dominantes; unos desean poder sobre los demás, otros poder sobre sus pensamientos y otros sobre sus emociones, otros el poder que se deriva de la superioridad intelectual, etc.
En cuanto a la resignación también desempeña un papel fundamental en la felicidad. Utilizo muy a menudo una frase que viene a decir que en la vida hay que cambiar lo posible y aceptar lo irremediable. No malgastar tiempo ni emociones en las situaciones cuando son inevitables y dedicar esas energías a cosas más importantes es clave para sentirnos felices. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada y no se podrán dominar si no es con esa resignación de la que hablamos.
Que importante es crearse en esta vida no solo un papel, que si falla hará que se sienta tremendamente derrotado, sino que generemos un repertorio amplio de papeles, cuantos más mejor. No tener una sola imagen de si mismo, sino toda una galería y seleccionar la más adecuada para el incidente que tengamos entre manos.
Por último, se necesita también esta resignación para atreverse a afrontar la verdad sobre uno mismo; este tipo de resignación puede causar dolor en un principio, pero a largo plazo protege -de hecho, es la única protección posible- contra las decepciones y desilusiones a que se expone quien se engaña a si mismo. No hay nada más fatigoso que esforzarse cada día en creer cosas que cada vez son más increíbles.
Concluyendo el esforzarse en ser feliz conlleva un entusiasmo por cosas triviales, un interés por los demás y encajar tus gustos y deseos en que sean compatibles con la salud, con el cariño de tus seres queridos y hacia el respeto a la sociedad.
No cabe duda de que debemos desear la felicidad de aquellos a quienes amamos, pero no como alternativa a la nuestra.