Infidelidad: ¿revelar o no?
«La danza del enfado y el perdón ejecutada bajo el incontrolable ritmo de la confianza es, quizás, la más difícil de toda la vida humana, así como una de las más antiguas» frase de la escritora búlgara Maria Popova.
Es difícil pensar en otra actividad tan relativamente común y técnicamente legal que desaprobemos más que la infidelidad.
A diario escucho en mi consulta todo tipo de secretos y mentiras. Parejas que vienen con un affaire recientemente expuesto. Otras que se sientan en el sillón con el secreto entre ellos, que es obvio para mí pero que se mantiene en secreto entre ellos. Parejas que conociendo la mentira y aun teniendo pruebas irrefutables de ello, no quieren verlo. He visto todo el espectro de la deshonestidad desde mentiras piadosas, omisiones simples, verdades a medias hasta la ofuscación más extrema y la pérdida de la cordura total. Algunos mienten para protegerse a sí mismos, otros para proteger a la pareja e incluso otros para proteger a aquel que los engañó.
Existen personas que a través de ese affaire representan la primera vez que dejaron de mentirse a sí mismas. Sienten que es la primera vez que, aunque suene paradójico, a través de una mentira conectan con la auténtica verdad.
No solamente son las parejas las que luchan con los problemas derivados de los secretos. Una amiga que coge prestado el móvil de otra amiga y descubre una cariñosa conversación con otro hombre. Una madre que sabe que su hijo no estuvo con ella el sábado pasado y fue eso lo que le dijo a su mujer.
Secretos y mentiras que aumentan el sentimiento de tradición de la pareja engañada y aumentan la emoción de los amantes.
¿Revelar la aventura? ¿Mantenerla en secreto? ¿Qué es lo mejor?
La perspectiva dominante defiende que el único camino para restaurar la intimidad y la confianza después de una infidelidad es la confesión completa, arrepentimiento y castigo.
Ojalá fuera tan sencillo estos principios categóricos para organizar nuestras complicadas vidas humanas.
Pero los psicólogos no trabajamos con principios, lo hacemos con personas reales y situaciones reales.
La verdad puedes ser sanadora y a veces confesar puede ser la única manera de intentar resolverlo. Pero la verdad también puede ser irrevocablemente destructiva e incluso agresiva y entregada con placer sádico. He visto parejas gritar: “ojalá nunca me lo hubieras contado”, “ahora que ya lo sé todo, no soy capaz de olvidarlo…”
Existen ocasiones en las que confesar puede parecer una auténtica expresión de amor, pero habrá también que valorar si la tranquilidad de la persona que ha sido infiel pesa más que la inquietud, agitación y meses sin dormir y sin parar de pensar de la pareja traicionada.
A veces callarse es cuidar. ¿La limpieza de tu alma es tan desinteresada como planteas? ¿y ahora que se supone que tiene que hacer la otra parte con esa información?
Mientras haya países en los que por la mera sospecha de que una mujer haya sido infiel se lapiden o quemen, la honestidad y la trasparencia siempre deben pensarse en relación con el contexto y caso a caso.
Reparar es volver a CONECTAR.
Estefanía López.
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