El adolescente no lo tiene fácil, “estar creciendo” siempre ha sido complicado, pero en este momento, me atrevo a decir que aún más.
Cuando me preguntan amigos acerca de a qué sector está azotando más la situación que vivimos de pandemia, sin lugar a duda a la ADOLESCENCIA.
Los adolescentes han sido siempre exploradores, con ganas de vivir y de experimentar. Por encima de todo, reclaman ser independientes y libres para descubrir.
El adolescente es fundamentalmente un vividor. No es que viva a expensas de los demás (pese a que todavía sean dependientes) ni que le dé igual todo lo que pasa a su alrededor. Se trata, en primer lugar, de un personaje que quiere vivir con intensidad, aunque el objeto de su intensidad no siempre ni para todos será igual. Quiere vivir la vida que está descubriendo y lo quiere hacer a tope y sin que nadie se lo complique ni le recuerde el futuro. En esta etapa, gran parte de la diversión, de la satisfacción no existe si no se está con los amigos. Mayoritariamente se trata de vivir en relación, de conocer gente, de hacer conjuntamente. Según estudios de la juventud de INJUVE, las causas de la felicidad juvenil son las relaciones que mantienen con sus familiares, amistad y pareja. Mantener un entorno íntimo armonioso es clave para que un joven se sienta feliz.
La contraposición más potente a su deseo de placer vital o su principio de realidad han sido siempre estudios. Los límites, una vez más chocan con su necesidad de libertad y están representados en los adultos, principalmente los padres y las madres.
Si algo es la adolescencia es una moneda de dos caras, una realidad que puede pasar del blanco al negro en un intervalo de tiempo muy breve.
La situación de pandemia está interrumpiendo pilares fundamentales de desarrollo en esta etapa vital: el exceso de limitaciones (horarias, actividades, relaciones sociales, contacto físico…)
Algo importante es entender que no existe solo diversas formas de expresar la adolescencia, existen diversas formas de ser, de vivir la adolescencia. El adolescente de hoy se define de la siguiente forma: “soy un explorador reprimido”.
Si algo es fundamental que logremos los adultos es la comprensión del adolescente en el momento que vivimos; cómo lo viven sus adolescentes, sus sentidos, sus contradicciones para relacionarse e influir adecuadamente. La comprensión no es nunca ni tolerancia general ni impunidad. Es un simple acto de realismo por el que se conocen cómo son y cómo viven, sin renunciar a valorar sus conductas.
El sustrato de buena parte de las consultas con padres de adolescentes y con sus hijos está constituido por la contradicción de vivir una situación de niños a los que se les tiene que proporcionar todo, y al mismo tiempo, rechazar toda clase de tutela; afirmarse cómo maduros y a la vez no tener que ocuparse de sus vidas (ejercitar prácticas de afirmación juvenil en condiciones de protección infantil).
Para la mayoría, la adolescencia es una etapa que vale la pena vivir e intentar influir como adultos en sus procesos de maduración comporta:
-Tener presente que consideran sus vidas como una buena vida porque hay unas personas adultas que les facilitan todo lo que necesitan. El trabajo educativo no puede basarse en pasar factura de lo que hacemos por ellos y ellas, pero si trabajar la conciencia de los costos humanos que hacen posible su situación.
-Su hipervaloración de la adolescencia tiene argumentos razonables al rechazar un mundo adulto envejecido, que pierde la curiosidad y la capacidad de renovación.
-La dependencia, vivida como contradictoria o cómo interesada según la perspectiva, es fuente de conflictos para una parte significativa de adolescentes, especialmente para aquellos y aquellas que viven su condición con más intensidad.
-La conciencia mutua sobre el período que están viviendo y sobre el mundo en que se están adentrando genera menos tensiones educativas que el intento de mantener el control a partir de la tutela, esperando que maduren.
El adolescente nos ha necesitado siempre mucho, pero ahora más que nunca. No nos detengamos excesivamente en sus formas de vestir y peinar y tratemos de entender su torbellino emocional.
Estefanía López. Psicóloga.